jueves, 17 de noviembre de 2011

kutiman

Ophir Kutiel, (Israel, 1982), conocido artísticamente por Kutiman, suele dejar con la boca abierta a quien ve y oye sus mashups por primera vez. Si alguien no lo conoce, puede empezar viendo esta performance (no se me ocurre un nombre mejor) en el Guggenheim de Nueva York para ir abriendo boca.


Un mashup es una composición musical y videográfica que superpone al menos dos grabaciones de forma simultánea sin alterar ninguna de ellas. Esa es la definición de diccionario, pero en realidad detrás de esa palabra se esconde todo un universo cultural. Quizá la pregunta con más enjundia que se pueda hacer respecto del vídeo anterior es quién es el autor de la obra: ¿Brahms, Kutiman o la comunidad de intérpretes a ambos lados de la pantalla gigante? En realidad, las discusiones en torno a la cuestión de los derechos de autor son una de las que más desacuerdo generan respecto de este género. El artículo que enlazo de la Wikipedia en inglés puede dar una idea de la vastedad y complejidad del mundo del mashup.

Kutiman se dio a conocer al gran público en 2009 a partir de su proyecto ThruYou. En la introducción de la página web dice: Lo que estás a punto de ver es una mezcla de vídeos/clips independientes de Youtube editados de forma conjunta para crear ThruYou. En otras palabras: lo que ves es lo que oyes. Quizá el primero de los vídeos de este proyecto es técnicamente el más ortodoxo y el que mejor ejemplifica esta técnica:


Cada cuál puede decidir hasta qué punto le otorga a Kutiman el papel de creador de sus propias obras; aunque nadie discutirá al menos su habilidad para la pesca y el bricolaje. Kutiman recoge material del infinito mar de Youtube para crear un enorme barco de vela que vuelve a soltar en las mismas aguas. A través de sus vídeos, el autor nos demuestra cómo el todo es mucho más que la suma de las partes. La intertextualidad, en el amplio espectro que va de la tradición al plagio, es connatural al arte. Pero en el caso que nos ocupa el autor se toma la molestia de citar en los comentarios de cada vídeo todas y cada una de las fuentes que ha utilizado. Vale la pena echarle un vistazo a cualquiera de ellos. Quizá ésta es la actitud más honesta que pueda adoptar un artista; porque lo que sí es indiscutible es que la creación pura no existe. La obra de Kutiman es el resultado de una sinergia perfecta entre el autor y Youtube, pero también entre cada una de las personas que aparecen en sus vídeos.

El juego de la descontextualización a veces enaltece a los colaboradores anónimos e involuntarios cuando este artesano recorta al músico solitario y lo pega en la orquesta que siempre mereció. Otras veces pone en evidencia la vanidad de estos, al hacer inevitable la comparación del pretencioso con el humilde, con el abnegado, o con el genio natural. Otras veces, con cierto espíritu gamberro, maneja como una marioneta al que tiene la temeridad de abandonar su imagen y su voz a la deriva en el mar de Youtube. Pero lo más demoledor de estos trabajos, fuera de los aspectos puramente estéticos, es su capacidad para la deconstrucción o la crítica muda: Kutiman sienta al adolescente israelí que estrena instrumento junto al solista palestino de sobremesa y la organista virtuosa de capilla protestante, y les demuestra que juntos pueden hacer una obra maestra, y que no hay mejor mundo que el que no tiene fronteras; aunque hoy por hoy, ese mundo solo exista en Internet. Kutiman es intencionada y maliciosamente interracial, interreligioso, interligüístico, internacional y todo lo inter que pueda llegar a ser. Uno de sus últimos trabajos, de este mismo año, lleva el nombre, especialmente revelador para un español, de This Is Real Democracy. No sabemos si es idealismo de niño bien israelí, oportunismo o auténtica convicción, lo cierto es que en cada vídeo de Kutiman actúa una improbable e irrepetible orquesta de músicos de Bremen.



El mensaje parece claro: nadie es imprescindible en este mundo, pero todos tenemos algo que aportar: el maestro y el aficionado, el pianista y el que toca los palillos, el guapo y el feo, el rico y el pobre. Todos están a la misma altura y todos contribuyen por igual. Nada se puede descartar de antemano porque todo puede ser útil si se sabe utilizar; es más, el reciclaje no solo es útil: es la mayor fuente de riqueza.

El siguiente vídeo es una obra maestra hecha con el sudor de muchos negros. Una auténtica pieza de arte pop que haría que Warhol se sintiera viejo y cansado. Lleno de guiños y homenajes que demuestran devoción transparente y sin prejuicios por la música negra y su universo iconográfico. Dura siete minutos. Cada cual decida si vale la pena verlo hasta el final.



Hay un hecho evidente: dejando a un lado las discusiones sobre autorías, Kutiman es un gran músico y un excelente productor con un sentido de la calidad muy poco habitual. A los seis años comenzó a estudiar piano, y con 14 aprendió a tocar la batería y la guitarra. Con 18 se trasladó de Jerusalén a Tel Aviv para estudiar jazz en la Escuela Superior Rimon. Tres años más tarde se trasladó a Jamaica para investigar acerca del reggae, donde trabajó con Stephen y Damien Marley. Las influencias que declara, o que simplemente trasluce, son demasiadas como para enumerarlas aquí. Remito para profundizar al excelente artículo de Wikipedia en inglés (no existe versión española).

No quiero alargar mucho el post, pero sería un crimen dejarse fuera My Favorite Color; una pieza de jazz sencillamente brutal. Lo que empieza como el jugueteo doméstico de una señora con su órgano eléctrico se va transformando en una obra orquestal de una fuerza arrolladora.



La chica que canta es londinense, pero no he conseguido averiguar mucho más. La canción está compuesta por ella misma, y la debió de grabar a la edad de dieciocho años, quizá menos. Vale la pena ver el vídeo original para descubrir a otra enorme artista. 

Algunos ya habrán adivinado de dónde viene el nombre de My Favorite Color. Pero se trata de un tema tan goloso que me dará para dedicarle un post entero más adelante.

2 comentarios:

  1. Miguel, la verdad es que desconocía por completo la existencia de los mashups; el vídeo que más me ha gustado es el de Sue Yoy; en cualquier caso, reconozco la originalidad y fuerza de los montajes pero no termina de convencerme esta forma de hacer música. Supongo que si viera los vídeos en un recinto grande con mejor calidad musical que la que me ofrece Internet y el ordenador, me gustarían más.
    Un abrazo

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